FIRMAS: Federico Jiménez Losantos, Erasmo, R.del Pozo, J. Sinova, S.González, J. Müller, R.l Rivero, P.G. Cuartango,
F. JIMÉNEZ LOSANTOS
Socialista, Obrero
Pero ha aparecido el eslabón perdido entre los primeros socialistas, que aunque errados eran obreros y españoles, y los que ahora no son ninguna de las tres cosas. EL MUNDO lo sacaba ayer en portada con este titular: «Nacido para el ERE». Y me acordé de Nacida para amar, de Nina, que tras el aciago destino de Operación Triunfo también podría considerarse carne de ERE. Pero es Antonio Fernández, ex consejero andaluz de Empleo, el hombre que acredita documentalmente una vocación laboral casi inhumana. Desde que nació quiso trabajar. También quiso jubilarse, vocación aparentemente contradictoria con la anterior. No lo es. Para jubilarse y cobrar, antes hay que trabajar y el consejero de Empleo no tenía edad suficiente para abandonar su vocación obrera cuando González Byass, la empresa en la que trabajó, quiso hacer un ERE fetén pero tropezó con que Fernández, aquel joven que decidió sacrificarse en la política, no tenía edad suficiente para jubilarse, al menos con la pensión merecida. No le importó al consejero, que subvencionó generosamente a su antigua empresa para que prejubilara a los trabajadores que, como él, habían alcanzado los 52 años. Favorecida así la empresa, pusieron a Fernández en el ERE y procedieron a inscribirlo. En ese momento, según algunos de forma voluntaria, para borrar las huellas prejubilares, según otros por despiste del escriba del consejero de Empleo, lo apuntaron como trabajador desde la misma fecha en que nació. Un oyente sevillano de esRadio se felicitaba: «Había que romper el tópico de que los andaluces no trabajamos y los del PSOE menos». Roto está.
pedro g. CUARTANGO
Recuerdos de la Revolución de los Claveles
NO PUEDO precisar la fecha en que llegamos a Lisboa. Recuerdo que el Gobierno
del coronel Vasco Gonçalves acababa de nacionalizar la banca y que Lisboa estaba
llena de claveles y carteles revolucionarios. Debía ser a comienzos de
1975.
Viajábamos en un 600 amarillo y tuvimos que pasar la noche en la frontera de
Badajoz porque estaba cerrada. Fuimos al aeropuerto de Lisboa, donde habíamos
quedado con otro grupo de estudiantes de Periodismo. El lugar estaba
literalmente tomado por comandos del Ejército.
Nos albergamos en un viejo pero maravilloso hotel cerca de la plaza del
Marqués de Pombal, invitados por el Ministerio de Información
portugués.
Salimos a la calle y fuimos a dar una vuelta a la plaza del Rossio y al
barrio de la Baixa que acaba en la desembocadura del ancho Tajo. Todos los cafés
se hallaban llenos, la gente parecía feliz, las tapias estaban empapeladas con
propaganda revolucionaria. Ese mismo día, Alvaro Cunhal, el líder del PC
portugués, daba un mitin en el estadio del Benfica.
Los tres días que estuvimos en Lisboa fueron frenéticos. Nos recibió el
ministro de Información y nos llevaron a visitar varios periódicos, donde en las
redacciones había un clima de efervescencia.
Por la noche, fuimos invitados a una cena en un restaurante de Alfama donde
cantaba sus fados la inmortal Amalia Rodrigues. La tristeza que transmitían sus
canciones era contagiosa y contrastaba con el clima de euforia que se notaba en
la ciudad.
Fui andando esa noche desde Alfama a la rua de los Douradores y me
detuve unos momentos ante la casa en la que había vivido Fernando Pessoa. Había
unas golondrinas posadas en los cables y el edificio estaba oscuro y
silencioso.
Descubrí las intrincadas calles de Lisboa, los mosaicos de sus villas, las
vistas sobre el Tajo, su arquitectura isabelina, el discreto encanto del barrio
del Chiado y el oporto que saboreaba en sus vetustos cafés.
Yo tenía entonces 19 años y todo parecía posible. Si el viejo régimen
colonial portugués había caído en menos de 24 horas, también el franquismo podía
correr la misma suerte. No me daba cuenta de que el Ejército del vecino país no
tenía nada que ver con el del general Franco ni que España no era
Portugal.
Aquellos días fueron de una felicidad inconmensurable, como la del viajero
extraviado al que se le permite descansar una temporada en el paraíso. Una foto
que tenía en mi despacho hasta hace unos años da fe de aquel momento de
gloria.
El tiempo se acabó y volvimos a Madrid. Pasé la frontera muerto de miedo
porque, debajo de la camisa, llevaba doblado un enorme cartel en el que se veía
a una niña poner unos claveles en el cañón de un fusil.
No sé a dónde ha ido a parar aquel póster, que estuvo colgado en mi habitación en el San Juan Evangelista. Tampoco sé a dónde han ido a parar la alegría y el frenesí de aquellos días en los que realmente tocamos el cielo con la punta de los dedos.
ERASMO
Galliano
SU talento malgastado en las efímeras hipótesis combinatorias de los vestidos. Este John gibraltareño, filosóficamente insignificante, cual la inverosímil paisana Molly Bloom en su infiel, joyceano, pedestre soliloquio dublinés. Mas: I love Hitler. Dice. Mentecato pintarrajeado cual cherokee apócrifo, borracho y neurasténico. Confunde su afán de modistilla en su ínfimo taller con los bellos uniformes genocidas de las SS: ve la Historia como un cajón de sastre y se desvanece en el fugaz, hermoso instante de la libélula. Necesita un manager. (Y un ERE).
SANTIAGO GONZÁLEZ
El futuro, aquí
Las detenciones de ayer han servido para aprehender 200 kilos de material
explosivo y recipientes para la confección de bombas lapa, un subfusil, una
pistola, un revólver, ollas para fabricar artefactos y documentación falsificada
para usos varios. Herramientas de terroristas para la práctica del
terrorismo.
He aquí la prueba del nueve del paso hacia la paz que supone el nacimiento de
Sortu, homenaje a Griffith o redundancia sin más. El consejero de
Interior, Rodolfo Ares, ha planteado una cuestión interesante al partido
solicitante: que valore la operación de ayer, que calificó de «una magnífica
oportunidad» para demostrar su rechazo a las actividades terroristas y a quienes
en ellas perseveran.
Es difícil que la propuesta de Ares cuaje. Considere el amable lector (o
lectora, naturalmente) la opinión que ayer expresaba una persona a quien
deberíamos considerar una persona de orden. El ex
lehendakariIbarretxe se dolía de la actitud del Gobierno: «Siempre
les hemos pedido [a la izquierda abertzale] que den el paso y cuando lo
dan, ¿damos un paso atrás?». La actitud del Gobierno es cumplir y hacer cumplir
la ley: ordenar a los cuerpos bajo su mando que procedan y remitir al fiscal lo
que deben remitirle. Es evidente, además, que operaciones como la de ayer
contribuyen más al abandono de ETA que las más fervorosas rogativas.
Rufi Etxeberria, Rafa Díez, Iruin o cualquiera de los
miembros de Batasuna han pasado a ser miembros de Sortu y, por tanto, gente sin
pasado. La cuestión es que a los detenidos de ayer se les ha incautado material
cuya tenencia prefigura actividades terroristas: tener explosivos y armas de
guerra no es lo mismo que tener una escopeta de caza sin licencia. El futuro al
que se remitían los presentadores de Sortu para rechazar las actividades de ETA
-si las hubiere-, ya está aquí. ¿Qué opinan los citados de la actividad y el
material que ha sido ocupado a esos militantes de una banda que jamás ha
expresado su intención de abandonar?
De hecho, guardan silencio y hablarán por ellos almas pías que defenderán su
derecho constitucional a callarse, lo cual no es cierto. La sentencia del
Tribunal Supremo que ilegalizó a Batasuna el 27/3/2003 establece: «El silencio
estratégica y sistemáticamente reiterado de un partido político ante la
actividad terrorista sólo puede interpretarse desde la óptica
político-constitucional como un claro signo de 'aceptación por omisión' o
'aceptación implícita' de la misma».
El Tribunal de Estrasburgo ratificaba el 30 de junio de 2009 la ilegalización que acordaron los tribunales españoles, señalando que el hecho de que la ilegalización estuviera fundada en este elemento no sería contrario al Convenio, «pues el comportamiento de los hombres públicos engloba de ordinario no sólo sus acciones o discursos, sino también, en ciertas circunstancias, sus omisiones o silencios, que pueden equivaler a tomas de posición y ser tan elocuentes como cualquier acción de apoyo expreso». Que lo callado está dicho, vamos.
RAÚL DEL POZO
Shakira y Mourinho
Estalló la primavera árabe cuando se inmoló a lo bonzo un vendedor ambulante
de frutas en Túnez para protestar contra el maltrato de la policía. La hoguera
creció en toda la morería porque los jóvenes, llamados a través de la Red,
tomaron los zocos y las comisarías protestando por la corrupción, el desempleo y
la ausencia de futuro. Los jóvenes cristianos españoles, socialistas y
populares, abstencionistas y antisistema, ateos y chupacirios, el 40% parados,
también sin futuro y sin un duro, toman internet para protestar contra lo que
consideran la semilla de la censura colada en la Ley Sinde.
El cardenal Rouco Varela, que hoy ha sido reelegido presidente de la
Conferencia Episcopal, condena las redes sociales porque propician un estilo de
vida virtual y vacía prescindiendo de las relaciones verdaderamente personales.
Achaca el cardenal el enganche o la adicción bloguera a la influencia
desorientadora del relativismo del todo vale. Esto me suena. Pero ¿qué les queda
a los nenes, pijos y nuevos proletas sino navegar, darle a la priva en el
botellón, ver la telebasura y emputecerse con el fútbol? Les queda un mundo
infinito, una galaxia que tomar, un poder que ocupar, pero muchos de ellos,
mileuristas sobetas, se resignan a seguir en pijama aplaudiendo o poniendo a
caldo como botones a los futbolistas mercenarios del domingo que ganan 100
millones de euros.
La vanguardia del poder joven sí se hace notar en el Calderón, el Bernabéu o
el Molinón insultando a todo el mundo por un gol de otro. Con la complicidad y
muchas veces el soborno de las directivas, se erigen en pelotón de fusilamiento.
Les he oído llamar a Guti nenaza, a Míchel maricón, y en los
últimos días a Ronaldo chulo y a Shakira, puta. Su pancarta
reivindicativa es «Mourinho, muérete». Los ninis de la sociedad de la
inteligencia en las gradas y en los estadios se conforman con ser piqueteros de
bitácora, pero hay en algunos de ellos algo repugnante. Amparándose en el
anonimato, en un infierno de cobardes, apenas han levantado una bandera contra
la censura en internet, contra una ley para la que el honor es un valor de orden
estético y la propiedad, un valor fundamental.
No a la censura, no a la mordaza digital. De acuerdo. Incluso tienen razón al convertir la Red en una estatua de Pasquín. La sátira, y hasta la injuria, forman parte de la levadura de la libertad. Lo que pasa es que apenas la usan para deshonrar famas, ensuciando con colas y tinta de pulpo los confines de internet. Pero esos insultos no sirven sino para que se desahoguen. Como decían los estoicos, qué grande es aquel que imitando las fieras oye sin conmoverse los impotentes ladridos de los perros rabiosos.
JOHN MÜLLER
Cuestión de prioridades
Una y otra vez la crisis hace crujir nuestro modelo de Estado, incluso en
aquellas áreas en las que la intervención pública podría estar bien vista. Pero
en España pasan cosas que no son de izquierdas ni de derechas, sino simplemente
estúpidas.
El plan de ajuste de Zapatero prevé que sólo se sustituirá a uno de
cada 10 funcionarios que se jubilen, excepto en el sector educativo, donde se
remplazará a tres de cada 10. Esta regla, que quizás es muy dogmática, llevó a
que nuestros dirigentes autonómicos la traspusieran mecánicamente y decidieran
que como las plazas de maestros que salían para este ejercicio eran muy pocas,
debían cancelar las oposiciones. Una vez que una comunidad autónoma tomó esta
decisión, las otras decidieron hacer lo mismo ante la posibilidad de que se
produjera un efecto llamada de maestros foráneos. Las únicas que
mantuvieron sus planes intactos fueron Cataluña, País Vasco y Galicia. No por
altruismo, sino porque sienten que la obligación del bilingüismo las blinda
frente a los demás españoles.
Una conducta irregular -la decisión de Andalucía de saltarse a la torera el
plan de ajuste y convocar la totalidad de las más de 3.000 plazas que necesita-
se convirtió en la luz roja que nos alerta de que estamos a punto de cometer una
tontería.
El caso permite varias consideraciones. Primero, si el Estado fija una tasa
de sustitución debería exigir su cumplimiento sobre el total de funcionarios,
pero dejar margen para que cada administración determine cuáles necesita más o
menos. Cuando una familia se ajusta, ahorra más en cosas suntuarias que en las
imprescindibles. La Educación, y sobre todo la que la ley marca como
obligatoria, es uno de los factores de la competitividad de un país, sobre todo
si se trata de una nación pobre en recursos naturales. El Estado tiene ahí un
papel subsidiario que no puede abandonar.
Además, la anulación de la convocatoria se produce en un año singular dado
nuestro nefasto régimen de privilegios. Es el año en que más vacantes por
jubilación se van a generar, pues 2011 es el último curso en que está vigente la
gabela de retirarse a los 60 años con 30 de servicio. Y también es el último
curso en que se prima la experiencia de los maestros interinos a la hora de
opositar.
Finalmente, la mayoría de las comunidades autónomas han rectificado y
cubrirán las plazas por pocas que sean. Sólo Canarias, La Rioja y Cantabria (que
lo hará en 2012) no convocarán esta temporada. También el ministro Ángel
Gabilondo ha enmendado su actitud pasando de una posición de espectador a
una de coordinador activo.
Pero las lecciones que quedan son dolorosas: los políticos no tienen idea de
cómo optimizar los recursos en situaciones de crisis y los opositores a maestros
(unos 100.000 aproximadamente) no tienen las mismas oportunidades según la
región de España en la que vivan. Nuestro Estado autonómico, en este caso,
fomenta la desigualdad.
Nadie tiene clara la escala de prioridades. Mientras se ahorra un euro en la
educación obligatoria -que es esencial-, se despilfarran tres o cuatro en las 50
universidades públicas, donde subvencionamos ad aeternum a algunos
estudiantes y profesores cuyo rendimiento no está a la altura del esfuerzo que
hacen los contribuyentes.
john.muller@elmundo.es
CARMEN RIGALT
El rostro impenetrable
DÍAS ATRÁS, Hollywood ha ido constantemente del corazón a los asuntos.
Durante un mes hemos hecho ejercicios de precalentamiento para honrar la noche
de los Oscar, pero una vez celebrada la gala, todo se ha desvanecido en un
suspiro, el tiempo que tardamos en comentar los cromos. Los medios siempre hemos
rendido exagerado culto al cine: hay que llenar periódicos, y sobre todo, hay
que entretener la vida mientras ocurren otras cosas.
Metidos en la harina de los Oscar, un programa de radio propuso hablar de los
mitos eróticos. Ahora todos los programas de radio los hacen los oyentes con sus
llamadas, de ahí que yo no logre recordar en qué parte del dial me sorprendió la
anécdota. El reclamo del erotismo gustó a la audencia, que se prestó encantada a
dar sus opiniones. Si hubo 20 llamadas, las 20 depositaron nombres diferentes.
Ellos se decantaban por esas actrices que suenan a animales mitológicos:
Marilyn, Ava Gardner, Claudia Cardinale. Ellas, por los
galanes clásicos: Paul Newman, Robert Redford, o Richard
Gere y George Clooney, dos guapos de manual que a una le producen
bastante sopor. Todos actores de cine, eso sí. De pronto llamó una mujer e hizo
su particular enmienda a la totalidad: «A mí el que me pone es
Rubalcaba», dijo. Parecía sincera. Poner o no poner, ese es el verbo. La
belleza, en el cine, mueve a la complacencia, pero no a la turbación.
Nunca me he enamorado de un actor de cine. Miento. Una vez. Había cumplido 10
años y me llevaron a ver una película que me dejó arrobada. Una película mala,
como pude comprobar años más tarde. La recreé durante tantas noches seguidas,
que todavía hoy conservo vivas algunas secuencias. Pero las chicas somos
pesaditas, y yo me colgué del protagonista, un tipo que seducía sin pronunciar
palabra. No entiendo cómo muchas mujeres pueden decir que lo primero que le
miran a un hombre es el culo existiendo miradas como la de Marlon Brando,
el hombre impenetrable de la pelicula que me cautivó. Todavía tengo que
pellizcarme cuando, como ahora, se me representan en la pantalla del ordenador
las líneas de su inmenso rostro.
Brando tenía una mirada que desbordaba la pantalla. Era una mirada para mí sola, que estaba acurrucada en el asiento recibiendo los primeros embates de testosterona de mi vida. Él me abrió el camino a otros hombres que no necesitaron ser guapos ni amables para gustarme. En ello sigo hoy. Y es que, ustedes perdonen, pero a mí también me pone Rubalcaba.
Etiquetas: Firmas
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